Publicado el 2 junio, 2020 por Salvador
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Copro ¿por qué a muchos les gusta esta práctica?

Vivimos en una sociedad abierta y plural en la que a día de hoy básicamente se admite casi todo, siempre que no atente contra la libertad de los demás, claro está. En cuanto a las prácticas y tendencias sexuales, hemos avanzado mucho en los últimos tiempos, y aunque es cierto que todavía queda camino que recorrer, las cosas van hoy por hoy mejor que nunca en estos temas. Claro que también hay otro tipo de prácticas que no son tan bien vistas, ya sea por los tabúes que tenemos o porque el sentido común nos dice que eso no está bien. Y  no hablamos ahora del sexo, sino de la comida, de lo que algunas personas son capaces de llevarse a la boca y comer.

Hay gente que se horroriza al saber que en Asia es común comer la carne de los perros e incluso de los gatos, algo que aquí sería impensable. En el sur de este continente también es habitual comer insectos, gusanos y todo tipo de bichos, algo que a nosotros nos asquea porque simplemente no estamos acostumbrados a ella. Sin embargo, en muchos lugares de Europa comer caracoles directamente desde la concha (hervidos, eso sí) es algo natural, considerándolos un auténtico manjar, como ocurre con las otras, los mejillones y los moluscos en general. Alimentos que al final son más o menos usuales y que nos aportan minerales, vitaminas y demás. Pero nada comparable a aquellos que practican la coprofagia, alimentándose con sus propias heces.

Qué es una persona coprofílica

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Se denomina coprofilia al gusto por las heces, tanto propias como de otras personas, e incluso animales. Es una filia bastante extraña, aunque menos de lo que nos gustaría admitir, porque hay coprófilos entre nosotros, de la misma manera que también han llegado a haber necrófagos, algo que desde nuestro punto de vista es complicado de entender. La coprofagia consiste en alimentarse habitualmente con las heces, ya sean propias o de otro animal. Es algo común en la naturaleza, aunque no lo hayamos pensado demasiado, y son muchos los insectos coprófagos que sobreviven gracias a esta práctica, como buena parte de los escarabajos, o también las moscas. Desde un punto de vista natural, las heces contienen una gran cantidad de alimentos semidigeridos, que suelen servir perfectamente para estos insectos.

Sin embargo, al pasar a los humanos, tenemos la necesidad de borrar por completo esa imagen de nuestra cabeza, porque nos parece impensable que alguien pueda comerse sus propias heces e incluso disfrutarlo. La persona coprofílica lo hace, por más que nos cueste entenderlo, aunque al ser un tabú siempre se suele llevar como algo muy oculto. Hay personas que han tenido que verse en la situación de alimentarse de sus propias heces, en momentos de supervivencia y vida o muerte, como ocurre también con la necrofagia, al devorar carne humana de un cadáver. El tabú es tal que ni siquiera los científicos se han atrevido a lanzar estudios sobre los posibles beneficios de consumir heces. De hecho, han estado encaminados más bien a lo contrario, a su parte negativa.

 

Cómo puede ser placentera una práctica como esta

La coprofilia está considerada una parafilia, es decir, algo inusual que gusta a un cierto número de gente, pero que no es habitual en la mayoría de la sociedad, y que de hecho puede ser considerado incluso como un síntoma de cierta desestabilidad mental. No estamos diciendo que, por pensar en ello, los coprófilos ya sean directamente enfermos mentales, pero sí que es habitual entender que esta filia puede suponer un problema, y por tanto, tratarlo de la forma en que mejor convenga, para quitar de la cabeza esa práctica a la gente. No solo por sea bastante desagradable, sino porque puede conllevar problemas para quien la practica, como es obvio. Y es que puede que haya animales que no tengan problema en consumir excrementos, pero el ser humano no tiene esa necesidad.

 

Qué puede pasar por comer excrementos

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Se ha demostrado, a través de estudios, que el comer heces humanas no es algo que vaya a darnos un mayor aporte alimenticio, ni mucho menos. De hecho, después de miles de años de evolución, nuestro estómago no está preparado para este tipo de “alimento”, y por tanto, lo desecharía rápidamente, necesitando minerales, vitaminas y otros aportes imprescindibles que en las heces no se encuentran, o están presentes en un nivel muy bajo. Es decir, que no nos vamos a alimentar mejor por comernos nuestros propios excrementos, por si alguien tenía alguna duda. El rechazo global de la sociedad a la coprofilia está basado en el asco que produce consumir algo que huele tan mal y debe saber peor, pero es que a nivel sanitario también hay razones de peso.

Se ha demostrado que el consumo de heces está relacionado con una mayor alteración del sistema digestivo y puede provocar enfermedades como la gastroenteritis o incluso la hepatitis A y B. De hecho, también es común que se produzcan transmisiones de otras enfermedades muy peligrosas, como el cólera, por culpa de esos restos de heces humanas o animales que permanecen en condiciones insalubres en países del tercer mundo. La aparición de gusanos y tenias intestinales también se relaciona con la coprofilia, que como hemos podido comprobar solo nos puede traer problemas. Entonces, ¿por qué existe esta parafilia?

 

¿Puede ser considerado un trastorno psicológico?

Al ser considerada como una parafilia, la coprofilia estaría dentro de ese grupo de trastornos que no se consideran realmente peligrosos, pero sí extraños y poco habituales en humanos. Hay cientos de filias, y muchas de ellas son inofensivas, pero como ya hemos podido comprobar, la coprofilia sí que afecta negativamente a la persona que consume heces, y a todo su sistema digestivo. Hoy por hoy no se puede considera que la coprofilia sea un trastorno diagnosticable per se, pero sí que puede ser un síntoma de desequilibrio mental. Las personas con esquizofrenia, por ejemplo, tienen un índice mucho mayor de coprofilia que los individuos sin entre trastorno mental.