Vivimos en una sociedad abierta y plural en la que a día de hoy básicamente se admite casi todo, siempre que no atente contra la libertad de los demás, claro está. En cuanto a las prácticas y tendencias sexuales, hemos avanzado mucho en los últimos tiempos, y aunque es cierto que todavía queda camino que recorrer, las cosas van hoy por hoy mejor que nunca en estos temas. Claro que también hay otro tipo de prácticas que no son tan bien vistas, ya sea por los tabúes que tenemos o porque el sentido común nos dice que eso no está bien. Y no hablamos ahora del sexo, sino de la comida, de lo que algunas personas son capaces de llevarse a la boca y comer.
Hay gente que se horroriza al saber que en Asia es común comer la carne de los perros e incluso de los gatos, algo que aquí sería impensable. En el sur de este continente también es habitual comer insectos, gusanos y todo tipo de bichos, algo que a nosotros nos asquea porque simplemente no estamos acostumbrados a ella. Sin embargo, en muchos lugares de Europa comer caracoles directamente desde la concha (hervidos, eso sí) es algo natural, considerándolos un auténtico manjar, como ocurre con las otras, los mejillones y los moluscos en general. Alimentos que al final son más o menos usuales y que nos aportan minerales, vitaminas y demás. Pero nada comparable a aquellos que practican la coprofagia, alimentándose con sus propias heces.
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